En una nota publicada por El Universal de México, se menciona que el presidente Bush hablará mucho sobre el sistema de salud en su discurso sobre el estado de la Unión.
Así que es importante estar consciente de que la idea de la administración de una reforma al sistema de salud es tomar lo que está mal del actual sistema y hacerlo todavía peor. Considere la estremecedora serie de reportajes que The New York Times publicó la semana pasada sobre la creciente oleada de diabetes.
La diabetes es una enfermedad que provoca miedo. También es un factor importante en el disparo de los costos médicos. El probable impacto futuro de la enfermedad en esos costos aterroriza a los especialistas en la economía del sistema de salud. Y el problema de la diabetes es una clara ilustración de los problemas reales que aquejan el sistema de salud.
Esto es lo que deberíamos de estar haciendo: debido a que el aumento de los casos de diabetes está estrechamente relacionado con el incremento en la obesidad, deberíamos convencer a más estadounidenses de perder peso y hacer más ejercicio. También deberíamos apoyar el manejo del padecimiento: la gente que padece diabetes tiene una mejor calidad de vida y representa una carga mucho menor para la sociedad si puede ser convencida de vigilar su azúcar sanguínea y controlar su dieta.
Pero resulta que el sistema de salud de Estados Unidos no permite que los profesionales de la medicina hagan lo correcto. Muy poco dinero se destina a la prevención, debido en parte a la influencia de cabilderos de la industria de los alimentos. Y hasta al manejo de la enfermedad se le ponen obstáculos. Como los reportajes del Times destacan, las compañías de seguros "frecuentemente se negarán a pagar 150 dólares para que un diabético visite a un podólogo, lo cual puede ayudar a prevenir padecimientos de los pies asociados con la enfermedad. Casi todos, sin embargo, cubren amputaciones, que por lo regular cuestan más de 30 mil dólares".
Como resultado, el manejo de la diabetes no es una propuesta que rinda dividendos. Los centros donde se enseña a los diabéticos a manejar la enfermedad han sido un éxito médico pero un fracaso financiero.
Lo importante es que no podemos enfrentar la epidemia de diabetes debido en parte a que las compañías de seguros no pagan por la medicina preventiva o para aprender a manejar el padecimiento, concentrándose solamente en casos agudos y en remedios extremos. Lo cual nos trae de regreso a lo que la administración Bush concibe como reforma del sistema de salud.
Los principios de la administración para una reforma fueron establecidos en el Reporte Económico del Presidente 2004. El primero y más importante de estos principios es "incentivar los contratos -es decir, las pólizas de seguros- que se concentren en grandes gastos que verdaderamente sean resultado de circunstancias imprevistas", en contraposición a los costos pequeños o previsibles.
Beneficios fiscales
El reporte no dio detalles sobre lo que este principio podría significar en la práctica. Así que déjenme ayudar proporcionando un ejemplo real: la administración dice que necesitamos asegurarnos de que las compañías de seguros paguen solamente procedimientos como amputaciones de 30 mil dólares y que no paguen consultas de 150 dólares con podólogos, que podrían evitar la amputación.
Para alentar a las compañías aseguradoras a no pagar las consultas con podólogos, la administración ha recurrido a su herramienta favorita: los beneficios fiscales. Aunque el proyecto de ley de Medicare de 2003 se refiere principalmente a los medicamentos de prescripción, también permite a la gente que compra pólizas de servicios médicos altamente deducibles -pólizas que cubren sólo gastos extremos- depositar dinero libre de impuestos en cuentas de ahorro que pueden ser usadas para pagar las cuentas médicas. Desde entonces, la administración ha lanzado propuestas para que los beneficios fiscales sean cada vez más grandes y más difundidos, y estas propuestas podrían resurgir en el discurso del estado de la Unión.
Los críticos de las cuentas de ahorro para la salud se han enfocado principalmente en dos características de éstas que Bush no mencionará. Primero, esas cuentas benefician fundamentalmente a personas con altos ingresos. Segundo, fomentan que los empleados de empresas ricas abandonen los programas de salud de la compañía, lo que a la larga socava más el ya de por sí maltrecho sistema de seguro de salud proporcionado a los empleados por sus empresas.
Sin embargo, el caso de la diabetes y otras evidencias sugieren que un tercer problema con las cuentas de ahorro para la salud puede ser incluso más importante: en la práctica, la gente que es obligada a pagar los servicios médicos de su propio bolsillo no tiene la capacidad para tomar buenas decisiones sobre qué servicio comprar. "Dirigido por los consumidores" es una bonita frase publicitaria, pero resulta que adquirir servicios médicos no es, en absoluto, como comprar ropa.
En conclusión, lo que la administración Bush llama "reforma" es, de hecho, lo contrario. Motivada por una ideología que se opone a la realidad, la administración quiere acentuar, no corregir, los errores del sistema de salud estadounidense.
Así que es importante estar consciente de que la idea de la administración de una reforma al sistema de salud es tomar lo que está mal del actual sistema y hacerlo todavía peor. Considere la estremecedora serie de reportajes que The New York Times publicó la semana pasada sobre la creciente oleada de diabetes.
La diabetes es una enfermedad que provoca miedo. También es un factor importante en el disparo de los costos médicos. El probable impacto futuro de la enfermedad en esos costos aterroriza a los especialistas en la economía del sistema de salud. Y el problema de la diabetes es una clara ilustración de los problemas reales que aquejan el sistema de salud.
Esto es lo que deberíamos de estar haciendo: debido a que el aumento de los casos de diabetes está estrechamente relacionado con el incremento en la obesidad, deberíamos convencer a más estadounidenses de perder peso y hacer más ejercicio. También deberíamos apoyar el manejo del padecimiento: la gente que padece diabetes tiene una mejor calidad de vida y representa una carga mucho menor para la sociedad si puede ser convencida de vigilar su azúcar sanguínea y controlar su dieta.
Pero resulta que el sistema de salud de Estados Unidos no permite que los profesionales de la medicina hagan lo correcto. Muy poco dinero se destina a la prevención, debido en parte a la influencia de cabilderos de la industria de los alimentos. Y hasta al manejo de la enfermedad se le ponen obstáculos. Como los reportajes del Times destacan, las compañías de seguros "frecuentemente se negarán a pagar 150 dólares para que un diabético visite a un podólogo, lo cual puede ayudar a prevenir padecimientos de los pies asociados con la enfermedad. Casi todos, sin embargo, cubren amputaciones, que por lo regular cuestan más de 30 mil dólares".
Como resultado, el manejo de la diabetes no es una propuesta que rinda dividendos. Los centros donde se enseña a los diabéticos a manejar la enfermedad han sido un éxito médico pero un fracaso financiero.
Lo importante es que no podemos enfrentar la epidemia de diabetes debido en parte a que las compañías de seguros no pagan por la medicina preventiva o para aprender a manejar el padecimiento, concentrándose solamente en casos agudos y en remedios extremos. Lo cual nos trae de regreso a lo que la administración Bush concibe como reforma del sistema de salud.
Los principios de la administración para una reforma fueron establecidos en el Reporte Económico del Presidente 2004. El primero y más importante de estos principios es "incentivar los contratos -es decir, las pólizas de seguros- que se concentren en grandes gastos que verdaderamente sean resultado de circunstancias imprevistas", en contraposición a los costos pequeños o previsibles.
Beneficios fiscales
El reporte no dio detalles sobre lo que este principio podría significar en la práctica. Así que déjenme ayudar proporcionando un ejemplo real: la administración dice que necesitamos asegurarnos de que las compañías de seguros paguen solamente procedimientos como amputaciones de 30 mil dólares y que no paguen consultas de 150 dólares con podólogos, que podrían evitar la amputación.
Para alentar a las compañías aseguradoras a no pagar las consultas con podólogos, la administración ha recurrido a su herramienta favorita: los beneficios fiscales. Aunque el proyecto de ley de Medicare de 2003 se refiere principalmente a los medicamentos de prescripción, también permite a la gente que compra pólizas de servicios médicos altamente deducibles -pólizas que cubren sólo gastos extremos- depositar dinero libre de impuestos en cuentas de ahorro que pueden ser usadas para pagar las cuentas médicas. Desde entonces, la administración ha lanzado propuestas para que los beneficios fiscales sean cada vez más grandes y más difundidos, y estas propuestas podrían resurgir en el discurso del estado de la Unión.
Los críticos de las cuentas de ahorro para la salud se han enfocado principalmente en dos características de éstas que Bush no mencionará. Primero, esas cuentas benefician fundamentalmente a personas con altos ingresos. Segundo, fomentan que los empleados de empresas ricas abandonen los programas de salud de la compañía, lo que a la larga socava más el ya de por sí maltrecho sistema de seguro de salud proporcionado a los empleados por sus empresas.
Sin embargo, el caso de la diabetes y otras evidencias sugieren que un tercer problema con las cuentas de ahorro para la salud puede ser incluso más importante: en la práctica, la gente que es obligada a pagar los servicios médicos de su propio bolsillo no tiene la capacidad para tomar buenas decisiones sobre qué servicio comprar. "Dirigido por los consumidores" es una bonita frase publicitaria, pero resulta que adquirir servicios médicos no es, en absoluto, como comprar ropa.
En conclusión, lo que la administración Bush llama "reforma" es, de hecho, lo contrario. Motivada por una ideología que se opone a la realidad, la administración quiere acentuar, no corregir, los errores del sistema de salud estadounidense.
VGC
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